Comenzamos esta serie de post que acercarán a los amigos de ABBEY ROAD a los comentarios que se volcaron en la prensa acerca del histórico segunsdo concierto de Paul McCartney en Uruguay, el pasado sábado 19 de abril en el Estadio Centenario de Montevideo.
Primero, una publicación especializada y autorizada en la materia: la versión argentina de Rolling Stone.
La nota viene firmada por Joaquín Vismara y la reproducimos íntegra, tal cual se publicó en la web.
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20.04.2014 | 21:02
Paul McCartney en Montevideo: al otro lado del río
Sin escala en Buenos Aires, el ex beatle regresó a Uruguay después de dos años en lo que fue el inicio del tramo sudamericano de su gira Out There; crónica y fotos
Se podrían hacer conjeturas respecto a por qué lo que
ocurrió el sábado en el Estadio Centenario de Montevideo esta vez no
tuvo su correlato de este lado del Río de la Plata. Se podría intentar
buscar explicaciones, analizar posibilidades o deslizar teorías. Pero
todo esto pasa a un segundo plano cuando lo importante es que, una vez
más, Paul McCartney estuvo y está de gira por la región, en una plenitud
de funciones que no acusa recibo de los 71 años que lleva a cuestas.
Si la montaña no va a Mahoma, la solución es cruzar el charco. Desde
temprano, las calles de Montevideo daban testimonio de la llegada de un
peregrinaje ordenado, prolijo y trans-generacional que sintonizó con la
calma eterna de la capital uruguaya sin mayores inconvenientes.
Al fin y al cabo, ¿cómo no sucumbir ante el encanto
de tener cerca a un ex beatle y no pasar a rendirle respeto? La visita
de cualquier artista con décadas de gira genera en el público la
reacción de querer presenciar lo que quizás sea la última posibilidad de
verlos sobre un escenario, pero ese no pareciera ser el caso de Sir
Paul. La vitalidad que demuestra sobre el tablado sin flaquear un
segundo y el nivel de detallismo con el que se entrega a su obra ponen
la atención en tiempo presente: el espectáculo vale por lo que es hoy.
No se trata sólo de ir a escuchar canciones que marcaron la vida de
millones de personas: quien las compuso las está interpretando parado de
espaldas a la tribuna Amsterdam del Estadio Centenario, y está
enterísimo.
Si bien la estructura general del concierto hace
pensar que a McCartney le gusta ir a lo seguro, una mirada un poco más
fina permite ver el grado de riesgo que opera en el contexto de un show
de masas. Lo que comienza con los hits de ayer y hoy ("Eight Days a
Week", "All My Loving", "Listen to What the Man Said", "Let Me Roll
It"), de a poco abandona el terreno firme de la complacencia, y da lugar
al costado del cancionero de los Fab Four que no emprendió la carrera
al éxito. Ahí están para comprobarlo los fogonazos de "I've Just Seen a
Face" y "All Together Now" y, más tarde, la invocación en plan hi-tech
de la lisergia de Sgt Pepper's Lonely Hearts Club Band, de la mano de "Lovely Rita" y "Being For The Benefit of Mr. Kite!" bajo una lluvia de láseres.
Por más que todo ocurra en el contexto de un
despliegue escénico de alto calibre (tres pantallas de alta definición,
complejos juegos de luces y unos bloques móviles de leds), Macca sabe
que acá lo que valen son las canciones. Que haya terminado tocando su
acústica sobre una plataforma que lo elevó varios metros sobre el
escenario es un detalle menor cuando lo que importa es que lo hizo
mientras interpretaba "Blackbird", tal vez una de las canciones más
lindas que se hayan escrito jamás. De frente a 50 mil personas,
McCartney puede jactarse de ser quizás el único ser humano capaz de
acaparar la atención y las emociones de una audiencia de ese tamaño;
durante dos minutos y medio, su guitarra y voz son lo único que se
escucha en el Centenario, en el medio de un intimismo inquebrantable.
A sus 71 años, Paul demuestra una vitalidad
sobrehumana que lo mantiene activo durante más de dos horas y media de
show sin que se vea en su rostro alguna señal de fatiga. Pasa de su bajo
Höfner a la guitarra eléctrica, de ahí se muda a alguno de sus dos
pianos, y reinicia el ciclo sin solución de continuidad. Estar delante
suyo es ver a un pedazo de historia viva de la música y la cultura
popular del Siglo XX, un tipo con más de cinco décadas de actividad
ininterrumpida, por lo que no es casual entonces el mestizaje
generacional de su público. Tanto ha estado dando vueltas que en un
mismo movimiento pasa de interpretar una canción que compuso para su
actual pareja, Nancy Shevell ("My Valentine"), a retroceder cuarenta y
dos años para volver sobre otra escrita para su primera esposa, Linda
Eastman ("Maybe I'm Amazed").
El perfeccionismo es una constante en el trabajo de
McCartney en escena, y gran parte de su mérito recae sobre los cuatro
músicos que lo acompañan. Lo que podría ser una formación austera de
rock (Rusty Anderson en guitarra, Brian Ray en guitarra y bajo, Paul
Wickens en teclados y Abe Laboriel Jr en batería) cubre todo el espectro
sonoro del repertorio, con cintura de más para evocar el espíritu de
cada época visitada. Con esta pared a sus espaldas, el efecto nostálgico
es inmediato, y se potencia con detalles mínimos, como utilizar para
"Paperback Writer" la misma Epiphone Casino con la que grabó. Aun bajo
este rigor detallista, la banda rompió con su propio protocolo ante la
insistencia de un fan de la primera fila. Después de que el pobre hombre
se pasase la primera hora de show pidiendo a gritos "One After 909" (y
que Sir Paul bromease más de una vez con que iba a hacerle caso omiso),
la súplica devino en realidad, con dedicatoria incluida. Por escasos
tres minutos, difícilmente haya existido una persona más feliz sobre la
faz de la tierra que este fanático.
Que el motor de esta gira sea New, su
decimosexto disco en solitario, pone todo en su lugar. En un show
dominado por la nostalgia, los cimbronazos guitarreros de "Save Us"
podrían pasar como un tema de Wings, "New" es lo más beatle que Paul
haya sido desde la separación del grupo, y "Queenie Eye" y "Everybody
Out There" podrían haber formado parte de cualquier otro de sus álbumes
solista. En conjunto, lo nuevo se acomoda sin distenciones entre los
homenajes a John Lennon y George Harrison (con "Here Today" y
"Something", respectivamente) y sirve de antesala para una seguidilla de
pesos pesados en un crescendo de emotividad: de la euforia de "Ob-La-Di
Ob-La-Da", "Band on the Run" y "Back In the "U.S.S.R." a la trifecta
imbatible de "Let It Be", "Live And Let Die" (y sus toneladas de
pirotecnia) y "Hey Jude".
Las dos estocadas finales demostraron que todavía
quedaban varios cartuchos por quemar, desde "Day Tripper" y "Get Back"
al clásico de Wings "Hi, Hi, Hi" (la ironía de que suene un tema que en
su momento fue censurado por apologético en un país en vías de legalizar
el cannabis), hasta el contraste entre "Yesterday" y el aura protopunk
de "Helter Skelter". Al igual que en Abbey Road, "Golden Slumbers",
"Carry That Weight" y "The End" funcionaron como un epílogo certero. Su
última frase ("And in the end, the love you take is equal to the love
you make") tuvo una doble interpretación posible: puede leerse como el
mensaje de McCartney a un público devocional, o también como el gesto de
agradecimiento por parte de cincuenta mil personas que en alguno (o
todos) los momentos de su existencia tuvieron a estas canciones como la
banda de sonido de su vida.
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Continuaremos en posts venideros trayendo más reseñas y crónicas de este concierto inolvidable.
Hasta pronto
Como te puede gustar la música de este tio sabiendo que existe la musca progresiva?.
ResponderBorrarPrecisamente porque existe el Progresivo me gusta la música de The Beatles [como sabrás, McCartney fue casi el 50% de esa banda en lo creativo], porque son los que prefiguraron todo. El experimentalismo y el trabajo en estudio, la complejidad creativa y compositiva, la interrelación con muchos otros campos de la cultura, el perfeccionismo en el dominio de los instrumentos y en los arreglos. Todos esos elementos los introdujeron ellos y los desarrollaron después las bandas progresivas. Yes tocó temas de The Beatles [I'm Down, Every Little Thing], Wakeman les dedicó todo un disco tributo, Deep Purple también tocó algo de ellos [Help!], y entre los más recientes, Neal Morse, Mike Portnoy, Paul Gilbert [¿conocés Mr. Big?] hicieron dos giras con su Yellow Matter Custard, banda tributo en 2003 y 2011 de las que hay discos y DVD, y tantos otros progresivos reconocen su deuda con los de Liverpool. Si te tomás el trabajo de buscar en este blog, vas a encontrar mención a todo esto y a la relación de The Beatles y de McCartney en especial con lo progresivo y la vanguardia. Es por eso que me gusta la música de este tío. Si la ecuchás bien, vas a ver que en ella ya estaba todo prefigurado. Claro que también hizo cosas de menor valía. No hay ser humano que no tenga altos y bajos. Eso demuestra una sola cosa: es humano.
BorrarSaludos desde Uruguay!!!