Es bastante penoso pensar en los '80. Para mí fue una época en la que poco y nada pude encontrar de nuevo y que verdaderamente me motivara como algo removedor. Fue complicado ver - y oir - la decadencia del Prog que me había sostenido en los '70. El Yes tecno no me satisfizo entonces - y la prueba es que solo sacan dos discos: 90125 y Big Generator. Oí Drama con pena, como el cierre de una época - o más bien como una huída - al no estar ni Anderson ni Wakeman. A tal punto rechacé ese Yes que ¡no fui a verlos a Punta del Este en su única presentación en Uruguay en 1985! Nunca más volvieron y me reprocho no haber ido aunque no me resultara Yes.
Algo parecido me pasó con Jethro Tull y lo poco que pude escuchar de ellos. También con ELP. Con King Crimson y Pink Floyd la debacle no fue tan marcada pero tampoco se podía oir demasiado. En realidad, era bien poco lo que llegaba a Uruguay por ese entonces de música progresiva. Lo poco que pude encontrar fue a partir de algunos viajes a Brasil o Argentina, donde el flujo no se había cortado. Pero eso no significó que encontrara esa música que te abre la cabeza. El bajón progresivo de los '80 fue muy severo y no solo una cuestión de percepción de los seguidores. Exigió un acostumbramiento muy difícil de lograr, sobre todo porque implicaba hacer concesiones a la comercialidad de la música y - en aquel entonces confundíamos las cuestiones de principios con la rigidez - parecía inaceptable bajar el listón de la exigencia.
Visto con la perspectiva de los años aquello no fue tan terrible, pero sirvió como para poder explorar otras áreas musicales y amplificar el radio de acción. Y sobre todo sirvió para dejar descansar un poco la sensibilidad progresiva para que se pusiera en forma. Al fin y al cabo nunca perdimos la esperanza del retorno del Prog. Una primera vía de salida fue el Jazz Rock que ya veníamos escuchando. Sabido es que el ámbito del Jazz se mantiene contra cualquier crisis y que el oyente de Jazz es perseverante y constante. Otra vía, emparentada con el Jazz Fusión, fue precisamente la música que fusionaba tradiciones con innovación. Allí incursionamos con Vangelis - asociado a Jon Anderson o solo -, conocimos a Kitaro, a Jean Michel Jarre, o a Enya. Todo esto nos dejó una impresión de apertura hacia novedades, pero a fuerza de ser honesto, no nos rompió la cabeza, apenas nos introdujo en ella sonoridades nuevas, muy interesantes y agradables, pero no esa experiencia que sacude todo.
Un poco mejor resultó la experiencia con la World Music de Peter Gabriel, al que, sin embargo, añorábamos en Genesis que había sufrido una mutación inexplicable - e inaceptable - para nosotros. Pero digamos que fue un punto fuerte.
Y dentro de lo más nuevo de los '80, algo de The Police y Sting [aunque ya eran pertenencia de una generación más joven que la nuestra] y sí, desde el Rattle & Hum, comencé a ver con reverencia y respeto a U2, aunque no me convertí en seguidor acérrimo.
De todos modos, el receso prog tuvo algunos aspectos positivos: uno de ellos fue la vuelta a la música clásica, a re oirla y re interpretarla. Aclaro: escuché música clásica desde muy chico, ya que en mi casa se oía toda la música clásica posible, de modo que no me resultaba en absoluto extraña. Al contrario, en los '80 pude ponerme más tranquilamente a cotejar la música clásica y el comentario que le hacía el Prog Rock. El resultado fue que ambos salieron más fortalecidos de esa experiencia.
Y como si tomara vitaminas o si adquiriera anticuerpos o si generara inmunidad mediante una vacuna, también afirmé todas esas experiencias sobre la base que nunca dejé de lado: los genios de Liverpool, The Fab Four, esos Beatles que impidieron el naufragio a causa del asedio de las formas adocenadas de la música, ya fuera a través de las radios que pasaban música que para hacerse popular se mostraba burda y elemental, ya fuera a través de la impostura ideológica, ya fuera a través de un pop esclerosado y decadente y un largo etcétera.
Y en relación a la tríada que destronó al Prog, esto es el Punk, el Heavy Metal y el Reggae, confieso que los miré de lejos y con bastante poco interés. De los tres, solo me acercaría luego hacia el Heavy Metal pero a sus expresiones menos industrializadas y más creativas. El Reggae lo escucho cuando cuadra pero no lo sigo [mis disculpas a mi gran amigo el Negro Gaynicotche y su programa Roberto Vive] Y con el Punk me pasa algo similar aunque algunas cosas las he revalorizado compartiendo oídas con mi hijo - especialmente cuando atravesó su etapa anarko punk [adapto la grafía a ellos].
De resultas de todo esto considero los '80 como años de cuarentena, que no rompieron mi cabeza, pero que hicieron germinar otras semillas que estarían prontas para el comienzo de la primavera de los '90.
Nos encontramos en la próxima entrega: el renacimiento prog.
Hasta pronto
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