Esa es la primera sensación que puedo expresar tras haber sido partícipe de algo grandioso. Porque si algo se extendió y diseminó entre toda la gente presente anoche en el Estadio Centenario de Montevideo ante la imponenencia del espectáculo, lo grandioso de la presencia escénica y lo profundamente humano de la actitud presentada por McCartney y sus músicos sobre el escenario, eso fue precisamente un sentimiento profundo, una conexión con zonas espirituales, sensibles, anímicas, vivenciales, existenciales, esenciales de cada uno y de todos a la vez.
Un músico genial, una parte de la historia de cada uno, una gran persona |
Y lo que muestra lo grandioso del caso es que esa conexión la realizaron más de 50.000 personas presentes en el Estadio y cerca de 35.000 más que siguieron la última hora del show en trasmisión por fibra óptica, desde la Explanada de la Intendencia Municipal de Montevideo y desde los Estadios Atilio Paiva Olivera de Rivera y Campus de Maldonado.
Rebosante, un Estadio Centenario repleto con más de 50.000 personas |
Lo profundo lo demuestra el hecho de que cuatro generaciones se estremecieron y vibraron con el torrente musical que emanaba de ese inusitado escenario gigantesco, conjuntamente con los juegos lumímicos y de fuegos artificiales que tuvieron su contrapunto y contestación en las ovaciones, coreos y aclamaciones del público y sus demostraciones visuales - lumínicas de estar on line con el músico.
Una relación de intimidad, de entusiasmo y de emoción entre el músico y la gente |
Lo profundamente humano queda de manifiesto en que bastaron algunas palabras serenas o emotivas o agradecidas para que quedara claro que por más mito que una persona pueda encarnar, sigue siendo auténticamente él mismo, sin divismos, sin efectismos ni histrionismos impuestos. Cuando tuvo que agitar, agitó y cuando tuvo que emocionar, emocionó y siempre sin dejar de ser él mismo, un gran ser humano.
Cuando tuvo que tributar la memoria de sus dos ex compañeros de banda fallecidos, John Lennon y George Harrison, lo hizo ofreciendo arte de alto nivel sin sensiblería de ningún tipo, lo cual levantó el espíritu de los presentes en la recordación que los trajo a la vida en cada espectador, porque mientras llevemos dentro su legado, no estarán verdaderamente muertos.
Cuando tuvo que aludir a cuestiones como la lucha por la igualdad, ofreció poesía pura e interpretó Blackbird, compuesta precisamente bajo inspiración de la lucha por los derechos civiles en los años '60.
Cuando tuvo que movilizar a la gente en favor de conceptos esenciales como la paz, lo hizo apropiándose por un rato de las palabras de su amigo John y levantó al público, bajo el símbolo hippie de la paz y los dedos en V en alto, con Give Peace A Chance, lo cual le vendría muy bien oir a muchos líderes políticos, militaristas o mesiánicos que hacen un culto al poder mucho más poderoso que a su propia naturaleza humana.
Por eso anoche [The Night Before] resultará inolvidable en este país. No solo por ser la primera vez que vino McCartney a Uruguay, no porque haya sido la mega estrella más resonante que nos ha visitado, no porque se nos haya contagiado la llamad Paulmanía, como lo llamaron los diarios. Eso de la Paulmanía es pura paparrucha. Probablemente aún no se hayan dado cuenta de que esta venida activó en tanta gente algo que se cultivó durante décadas a nivel personal y que aquellos que pertenecemos a ciertas generaciones siempre tuvimos adentro. Ayer pudimos dejar exteriorizar lo universal que llevamos dentro, eso que hace que podamos conectar con el otro sin importar cuán diferente sea. Si difieren sus edades, si son distintas sus posiciones sociales, si tienen o no discapacidades, si son de aquí o vienen de países vecinos, si sus razas son diversas, si difieren en género, todo eso se disolvió en un sentimiento universal.
Por eso, I've Got A Feeling Deep Inside.
En un próximo post, incluiré imágenes y un comentario más específico sobre el desarrollo del concierto.
Hasta pronto
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