En el post anterior dábamos una primera impresión sobre el magnífico show de Paul McCartney en el Estadio Centenario de Montevideo, la noche del domingo 15 de abril.
Una leyenda en escena |
Hoy vamos a tratar de hacer una crónica de ese concierto, teniendo a la vista la unánime opinión expresada por todos los medios de prensa y las que podemos recoger de aquellos conocidos que pudieron estar presentes. No hay quien tenga ni siquiera un reparo para lo que ha sido, sin duda, el concierto más espectacular que hayamos presenciado en Montevideo. No hay opiniones divergentes, no hay descontentos ni decepciones. Todos coincidimos en que tuvimos frente a frente a uno de los más grandes y que es grande precisamente porque entregó absolutamente todo en su actuación y no se guardó nada. Si se han visto las filmaciones de presentaciones anteriores, desde 2007 o 2008 a esta parte, en Rusia, en Canadá, en Argentina, en Brasil, o se han escuchado registros de audio como los más recientes de Milán, Nueva York o Amberes, podremos constatar que no retaceó nada. El nivel estuvo a la misma altura de sus anteriores, lo que indica el profesionalismo de McCartney, que no escatima esfuerzos y se entrega por igual a todos sus públicos. Pero tampoco se guardó nada en lo que trasmitió con su persona. Tuvimos enfrente a una persona auténtica que se abrió al público que, al fin y al cabo es quien termina de consagrar a un artista.
El entorno fue magnífico: toda la cancha ocupada con localidades numeradas hasta pasada la mitad y de allí para atrás, localidades sin numerar y sin asiento. Además, toda la Tribuna Colombes [de frente al escenario, aunque algo alejada] y dos tercios de las Tribunas América y Olímpica [laterales, oblicuas al escenario]. Total: más de 50.000 espectadores generando un marco impresionante. Pero además fuimos un público que se caracterizó por el entusiasmo y la fervorosa manifestación de su cariño al artista. El reconocimiento de McCartney a ello fue un: "Son ustedes muy cálidos", dicho en su peculiar español.
El comienzo del espectáculo se demoró hasta las 21:00 hs. Cuando la banda salió a escena, explotó el Centenario, igualito como si Suárez o Forlán hubieran hecho un gol para la celeste. Una prolongada ovación recibió a McCartney, quien se largó a comenzar el set list. Aquí se optó por el que empieza con Hello Goodbye, como para ir calentando el ambiente. Cabe aclarar que el público cantó todas las canciones, aún las menos conocidas.
Continuó con Junior's Farm, un tema que solo se editó en simple o en algunas compilaciones y que pertenece a la época de Wings.
El entorno fue magnífico: toda la cancha ocupada con localidades numeradas hasta pasada la mitad y de allí para atrás, localidades sin numerar y sin asiento. Además, toda la Tribuna Colombes [de frente al escenario, aunque algo alejada] y dos tercios de las Tribunas América y Olímpica [laterales, oblicuas al escenario]. Total: más de 50.000 espectadores generando un marco impresionante. Pero además fuimos un público que se caracterizó por el entusiasmo y la fervorosa manifestación de su cariño al artista. El reconocimiento de McCartney a ello fue un: "Son ustedes muy cálidos", dicho en su peculiar español.
Apenas una idea de la multitud expectante por este show histórico |
El comienzo del espectáculo se demoró hasta las 21:00 hs. Cuando la banda salió a escena, explotó el Centenario, igualito como si Suárez o Forlán hubieran hecho un gol para la celeste. Una prolongada ovación recibió a McCartney, quien se largó a comenzar el set list. Aquí se optó por el que empieza con Hello Goodbye, como para ir calentando el ambiente. Cabe aclarar que el público cantó todas las canciones, aún las menos conocidas.
Continuó con Junior's Farm, un tema que solo se editó en simple o en algunas compilaciones y que pertenece a la época de Wings.
Allí se retrotrajo a los '60 y produjo la primera gran ovación con All My Loving, de 1963 [With The Beatles], lo que hizo que el público se levantara de sus asientos para ya casi no volver a sentarse.
La etapa Wings volvió con otro éxito que permitió al público participar más estentóreamente: Jet, del álbum insignia de Wings, Band On The Run.
De nuevo a The Beatles, pero a 1966, cuando cantó Got To Get You Into My Life, gran tema del álbum Revolver. A esta altura ya estábamos bailando, ademas de cantar y ovacionar. Y recién estaba comenzando.
Un salto largo en el tiempo, nos trajo hasta 2008 y la más reciente experiencia de McCartney con The Fireman, con un gran tema Sing The Changes, del álbum Electric Arguments. Menos conocida, igual se llevó grandes aplausos.
Nuevamente atrás en el tiempo, a 1965 y el álbum Help!, cantó por primera vez en América Latina The Night Before, que fue recibida estrepitosamente por un público que ya estaba totalmente incondicional.
De regreso a Wings y el álbum Band On The Run, el magnífico blues pesado Let Me Roll It, con un agregado de lujo, porque terminó, a modo de coda, con un tributo al enorme Jimi Hendrix, haciendo un breve cover de Foxy Lady. Muy aclamado. No es la primera vez que McCartney versiona a Hendrix en sus conciertos, quizás teniendo el recuerdo de cuando él mismo fue a un concierto de Hendrix en Londres, a pocos días de la salida del Sgt. Pepper, y se encontró con un Hendrix versionando el tema de apertuira de ese disco paradigmático.
Sin respiro, volvemos a la época de Rubber Soul y Revolver, ya que arrancó con un resonante Paperback Writer, que el público acompañó con las gargantas ya algo afectadas. Esta canción no apareció en ningún álbum, excepto recopilaciones posteriores, sino en un simple, acompañado de Rain [otro tema que se las trae]. Hasta ese lujo se dieron: dejar fuera de álbumes grandes temas que solo se editaron en simple.
Tras cartón, se desató una tremenda ovación al pasar al tono más intimista con The Long and Winding Road, del álbum Let It Be, una de las más impresionantes baladas jamás compuestas, cantada con el alma. Allí pude ver las primeras lágrimas escaparse de muchos ojos sin pedir permiso.
De vuelta a lo más exitoso de Wings y el álbum Band On The Run [que fue remasterizado en 2010], atacó con Nineteen Hundred and Eighty-Five que ayudó a sobrellevar el erizamiento de piel provado por el tema anterior.
A esta altura, McCartney presentó el tema más exitoso de su último álbum, Kisses On The Bottom, dedicado a su actual esposa Nancy, My Valentine. Fue un momento de expectación, ya que es un tema suave y conmovedor, una verdadera canción de amor. Pero además había otro motivo de atención: las pantallas gigantes mostraron la primera presentación en vivo, en concierto, del nuevo clip de McCartney [en el que intervino su hija Stella en aspectos de diseño de arte] con esta canción y la participación de Natalie Portman y Johnny Depp, haciendo en lenguaje de señas la letra del tema. El clip había sido presentado dos días antes en Los Ángeles, pero Montevideo quedará como su estreno en concierto.
Todavía con el Estadio cayéndose abajo de aplausos, en lo personal sentí que me tocaba muy hondo lo que vino. Siempre tuve una debilidad especial con el primer álbum solista de Mc Cartney, así que cuando arrancó con Maybe I'm Amazed, entré en trance. Siempre la tuve como una canción en la que las entrañas salen por la boca en forma de canción.
Otra vez hacia 1965, a Rubber Soul, una canción de tonada ligera, pero redondita: I'm Looking Through You, y otra vez todo el Estadio cantando. No se paró en toda la noche. Fue McCartney más un gigantesco coro.
Y en un salto hacia Let It Be, los recuerdos infantiles de McCartney con Two Of Us, otra canción más ligera que aportó al clima de fiesta.
Enseguida, otro golpe emocional: con una breve introducción acerca de la inspiración de la canción en la lucha por los Derechos Civiles de los años '60, atacó con Blackbird, otra de mis debilidades, uno de los puntos más altos de ese compendio de música que es el Álbum Blanco. Todos cantamos, pero haciendo un coro susurrado que acompañara la profunda sensibilidad de la canción.
Blackbird
Y no contento con ello, se vino el segundo momento en que las lágrimas traicionaron a más de uno, cuando tomó de su álbum Tug Of War el sentido homenaje a John Lennon, a quien siempre recuerda en sus conciertos, a través del tema Here Today que cuenta lo que sería la conversación que tendría con John si él estuviera aquí hoy. Y vaya si lo estuvo: el aire se llenó de Lennon por medio de la boca de un amigo y de la multitud que coreó su nombre.
Así que con los sentimientos a flor de piel, y para darle un descanso a la sensibilidad, arremetió con un gran temita, que repuso el ánimo de la gente y donde Abe Laboriel, el baterista, tuvo uno de sus momentos protagónicos, no por la batería, que interviene relativamente poco, sino por su histriónica danza desde el fondo del escenario. Así entró Dance Tonight, tema de Memory Almost Full, de 2007, que movió de nuevo a las 50.000 personas que seguíamos hechizados por este mago salido de Magical Mystery Tour.
Siguió con otro tema de Band On The Run, que levantó aún más la participación de la gente, coreando bien fuerte el Ho Hey Ho, del estribillo de Mrs Vandebilt.
Sin previo aviso, volvimos a The Beatles, al Revolver y a la banda de sonido de Yellow Submarine, con la melancólica melodía de Eleanor Rigby, que fue calurosamente recibida como lo que es, un clásico de clásicos.
A esta altura, ya no daba tregua, estaban apareciendo todos los pesos pesados, para marcar la contundencia de un show que había pasado la hora y media pero que parecía irse volando. Y nos sacudió otra vez con la emoción, cuando tomó el ukelele y comenzó su versión personal de esa canción de amor monumental que es Something, de George Harrison, uno de los puntales de Abbey Road. La frescura dada a la canción, sumada a su apego al original de la mitad para adelante, más el recuerdo emocionado de George, volvió a hacer emerger lágrimas furtivas y persistentes.
Así que atacó después con el tema epónimo del mejor disco de Wings, Band on the Run, lo que levantó nuevamente a la gente de sus asientos y arrancó más muestras de aprobación de todo el Estadio.
Muchas veces menospreciada, la canción siguiente, que proviene del Álbum Blanco, Ob-La-Di, Ob-La-Da, sirvió para que la fiesta se desatara del todo y ya estábamos saltando al son de una melodía sin muchas pretensiones pero que tiene la virtud de levantar e incitar a agitar.
Y sin mediar tregua, el sonido de un Boeing carreteando por la pista, anunció que seguíamos con el Álbum Blanco y con su tema de arranque, Back in the U.S.S.R., mientras en las pantallas gigantes se proyectaban escenas de la Rusia soviética al son de ese poderoso Rock'n'Roll. Toda una postal, muy hilarante. Profundamente deseamos que a McCartney se le ocurra decir: Back in U, Back in U, Back in Uruguay!
Con el clima en ebullición, McCartney dio la bienvenida a quienes a partir de ese momento comenzaban a seguir la última hora del show a través de una trasmisión por medio de fibra óptica, desde Maldonado, Rivera y la Explanada Municipal de Montevideo. En ese momento, unas 30.000 personas más, según se estima, siguieron este hecho histórico. Arrancó entonces con ese temazo del Let It Be que es I've Got a Feeling, ejecutado con maestría tal que te atravesaba con su vibración.
Aún faltaban muchas emociones y todos las esperábamos. Por eso explotó el Centenario al oirse los primeros inconfundibles acordes de A Day in the Life, del Sgt. Pepper, que al ser mayormente obra de Lennon, terminó de convertirse en tributo al amigo cuando le acopló como coda el himno pacifista de Lennon Give Peace a Chance. Todo un Estadio con los brazos levantados haciendo la V resultó estremecedor testimonio de que el mundo está lleno de guerras que la mayoría reprueba.
De ahí en adelante, todo tuvo una carga emocional extrema. Un multitudinario coro de 50.000 acompañó otro himno, el tema que da título a Let it Be. Pero además de cantar todos, la luz bajó y dejó ver miles de lucecitas, provenientes de celulares, linternas, encendedores, y tantos otros objetos lumínicos, que creó una imagen sobrecogedora.
Let It Be [entera]
Fragmento donde se ven mejor las luces del público
Y allí mismo, quedándose al piano, McCartney se despachó con el tema que compuso para la banda sonora de la película de James Bond que tiene el mismo nombre que la canción, Live and Let Die. La pirotecnia que se deplegó en este tema hizo que la gente alucinara, ya la locura era desatada por todo el estadio aunque todo el mundo estuviera clavado en su lugar.
Live And Let Die [visión cercana]
Live And Let Die [visión completa]
¿Qué más quedaba? Ya cualquier cosa que viniera mantendría el erizamiento de la noche, de una noche que muchos no podíamos creer que estuviéramos realmente viviendo y disfrutando. Pero no vino cualquier cosa, no, por favor. Lo que vino fue uno de esos temas que se convierten en himnos a pesar de su sencillez [o quizás precisamente por eso]. Sentado a su piano vertical multicolor, arrancó con otro tema que no pasó por un álbum, sino que fue grabado solo en simple. Emocionó el coro prolongado del Na,Na,Na,Na,Na,Na,Na,Na,Na,Na,Na, Heey Jude, cada vez con más fuerza, impelidos por el impulso mismo de la canción. Allí llegó la primera despedida de la banda, en un momento de paroxismo.
Hey Jude
De todos modos, ya se sabía que habría dos encores. No se hicieron rogar mucho, pero la ovación fue tan cerrada y constante que pareció que obligaba a la banda a salir otra vez. Creo que ellos también la estaban pasando muy bien. Así que otra vez sentado al piano multicolor, se despachó con un impecable Lady Madonna, otro tema salido de un simple.
Siguió a todo ritmo con Day Tripper, también de un simple [cuya otra cara contenía We Can Work It Out], temas que no entraron en el Rubber Soul. Uno ya sentía que se iba yendo hacia el final, pero aprovechábamos al máximo este único e inigualable encuentro con esta figura colosal.
¿Qué decir lo que ocurrió cuando se empezó a oir el bajo galopante que anunció el comienzo de Get Back, del Let It Be? [en realidad ese iba a ser el título original del álbum]. A fuerza de ser redundante, parecía que el voltaje no podía aumentar más y, sin embargo, continuaba creciendo. Ese fue el segundo final. Otra prolongada y delirante ovación precedió al segundo encore.
Para este, McCartney apareció solo en el escenario con su guitarra. Claro está, lo que tocó fue Yesterday. Nuevamente un silencio reverente pobló el Estadio, acompañado del cantar casi susurrante de la multitud. Una comunión espiritual. Una mención especial para este tema: desde su aparición en 1965 en el álbum Help!, esta canción ha sido la más versionada de The Beatles y creo que se ha confirmado que es la más versionada de la historia. Pues bien, ninguna de las más de 2000 versiones que se contabilizan ha logrado superar la magia de McCartney munido solo de su guitarra y su voz. A esta altura debería existir el convencimiento de que solamente él puede cantar ese tema. Lo demás, sobra. Y eso quedó, a mi juicio, plenamente confirmado la noche del domingo en el Centenario.
El pico emotivo que significó el tema anterior se vio contrastado fuertemente con el espíritu proto metálico de Helter Skelter, proveniente también del Álbum Blanco. Energía pura - ¡a esa altura del show! - de este joven de casi 70 años que roqueó, cantó, bromeó, agitó y emocionó como si siempre se mantuviera en su juventud.
Y aferrados a lo que ya sabíamos que era el final, pero intentando prolongarlo lo más posible, tratamos de disfrutar segundo a segundo el final del medley de Abbey Road, con Golden Slumbers/Carry That Weight/The End, con lo cual produjo el cierre perfecto de este paseo por 50 años de carrera magistral.
Esto en cuanto a lo artístico musical. Pero en cuanto al carisma y la relación con la gente, debemos decir que desplegó todas sus dotes, derrochando simpatía y sencillez, cortesía y diplomacia, entrega y energía. Todo un Sir.
En lo anecdótico queda el haber saludado diciendo uruguayos a la uruguaya, es decir, pronunciando la "y" no como "i", sino como "sh", lo cual despertó hilaridad y simpatía. Lo mismo que cuando recitó un verso aprendido en sus clases de español cuando era niño, o sus variados momentos en que se expresó en lengua española. También la mención a Liverpool [su ciudad natal, el club de fútbol inglés, pero también el club de fútbol uruguayo que lo nombró socio de honor, aún cuando se lo sabe simpatizante del Everton] y a Suárez, nuestro pequeño gran ídolo que milita en el Liverpool inglés. Asimismo, la salida antes de uno de los encores, junto con Wix Wickens, portando las banderas de Uruguay y Gran Bretaña, mientras Abe Laboriel recorrió el escenario con una pequeña bandera pirata [la de la calavera y las dos tibias] en un contrapunto también hilarante.
En lo anecdótico queda el haber saludado diciendo uruguayos a la uruguaya, es decir, pronunciando la "y" no como "i", sino como "sh", lo cual despertó hilaridad y simpatía. Lo mismo que cuando recitó un verso aprendido en sus clases de español cuando era niño, o sus variados momentos en que se expresó en lengua española. También la mención a Liverpool [su ciudad natal, el club de fútbol inglés, pero también el club de fútbol uruguayo que lo nombró socio de honor, aún cuando se lo sabe simpatizante del Everton] y a Suárez, nuestro pequeño gran ídolo que milita en el Liverpool inglés. Asimismo, la salida antes de uno de los encores, junto con Wix Wickens, portando las banderas de Uruguay y Gran Bretaña, mientras Abe Laboriel recorrió el escenario con una pequeña bandera pirata [la de la calavera y las dos tibias] en un contrapunto también hilarante.
Alguien comentó en la página oficial de McCartney, en relación a este concierto que Paul, después de terminarlo, se subió a su nave espacial y regresó al planeta del que vino, el planeta en que habitan los genios.
No podremos olvidar esta instancia que ha resultado completamente inusitada para nuestro medio. Y además de sentir que si fue posible este espectáculo es también posible que vengan tantos otros de alta calidad, queda asimismo la sensación de que el público uruguayo trasmitió al músico un mensaje muy claro: Queremos que vuelva. La venta de las entradas demostró que se puede llenar el Centenario más de una vez y que aquí hay un público entusiasta y acogedor. Tengo para mí la certeza de que McCartney se fue con la sensación de un público que retribuyó la entrega que él hizo sin guardarse ni un solo aplauso, ni un solo grito, ni una sola ovación, entregándole también a él todo el calor espiritual que poseía.
ABBEY ROAD dice:
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