Como los palimpsestos, el Rock Progresivo trasluce los textos con los que se relaciona, deja ver y leer una trama donde se entrecruzan las transtextualidades. En múltiples formas, su texto musical se enlaza con otros tipos de texto y genera una estructura compleja, conectada con ámbitos de la cultura en general, Se transparentan patrones culturales contemporáneos que incluyen formas de creación artística. Un rasgo dominante del siglo XX ha sido la resignificación artística, que permite la investigación de variadas matrices del arte, habilita la conexión de la forma académica con las tradiciones y con la experimentación y abre el diálogo de las expresiones cultas con las populares.
Hay creaciones que tienden a enclaustrarse dentro de su ámbito de origen para un grupo que comparte puramente sus valores y otras que tienden puentes entre las diferentes miradas y habilitan lecturas creativas. En la música popular, al núcleo de las primeras pertenecen expresiones como la cumbia villera, y al de las segundas, el Rock Progresivo. El intervalo que las separan explica por qué una manifestaciones quedan encapsuladas y otras tienen la posibilidad de un desarrollo y de sobrepasar límites por la experimentación.
Ese intervalo puede apreciarse aún dentro de un mismo género. En el tango hay muchas obras encerradas en los límites del género y redundantes del mismo, pero también existen quienes lo han resignificado (Piazzola, Pugliese). En el jazz la apertura se ve en músicos como John Coltrane, Miles Davis, Thelonius Monk o en el jazz rock. En la música clásica podemos ir desde el enclaustramiento áulico y elitista, hasta los músicos que integran las expresiones folklóricas, étnicas o populares (Bartok, Copland, etc.).
El Rock Progresivo – llamado Art Rock para marcar el intervalo –habilitó la metamorfosis del género y su ingreso en una cultura global y plural. Su valor no radica en haber adaptado las fuentes clásicas de la música, sino en haber trascendido su propio ámbito y haberlo hecho apreciable más allá de códigos para iniciados. Sus críticos no le han asignado esa trascendencia y le han adjudicado pretenciosidad, autocomplacencia y ampulosidad. Esta visión no percibe la ruptura de los límites del encerramiento y de prejuicios con respecto a la pureza originaria del género. En esto estriba gran parte de su valor: derribar prejuicios acerca de lo prístino, esa mitología de lo originario. Por medio de la apropiación y la fusión, integrando lo otro a lo propio, generó nuevas lecturas y producciones artísticas.
No obstante, los niveles de logro no son uniformes. El valor es dispar y encontramos intentos malogrados y fallidos, ejemplos de trasvestimiento, la degradación del texto de referencia por medio de trasposiciones estilísticas y temáticas desvalorizantes que llevan a un resultado caricaturesco y paródico.
Pero hay también – y en muy alto número – creaciones que se ubican sólidamente en una resignificación que justifica verlas como textos en los que se alternan la escritura y la lectura de modo tal que una implica a la otra incesantemente, como un proceso continuo de metamorfosis y de reelaboración, de transformación y de consolidación, de deconstrucción y de reconstrucción.
[Estos son fragmentos de artículos publicados en la Revista Relaciones en el año 2008, bajo el título Palimpsesto Rock] Se agradece citar la fuente
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